lunes, 5 de diciembre de 2011

Nada nuevo bajo el sol

Un resumen de la película "Las uvas de la ira", basada en el libro de John Steinbeck. Fue dirigida por John Ford e interpretada por Henry Fonda. Se desarrolla durante la Gran Depresión en EEUU.
Nada nuevo bajo el sol.


 

lunes, 7 de noviembre de 2011

Prueba irrefutable III























Esta es la prueba irrefutable de que la cosa no ha hecho sino empezar.
(Anuncio de oferta de empleo escrito completamente en chino -mandarín- en un periódico de difusión nacional el pasado domingo. Lamento la mala calidad de la imagen, pero no sé como coño se quita el flash de mi nuevo móvil).

Prueba irrefutable II
















Esta es la prueba irrefutable de que la crisis ha venido para quedarse.

Prueba irrefutable
















Esta es la prueba irrefutable de que en Grecia se está cumpliendo al pie de la letra el "plan de ajuste" de la UE. ¿A qué viene la necesidad de observadores?

domingo, 29 de mayo de 2011

Emprendedor

Tomeu siempre ha sido un emprendedor. De pequeño ya la emprendía a pedradas con los gatos y perros que se encontraba camino del "cole". Más tarde, en la universidad, la emprendía a correr delante de la policía al grito de "Esos de marrón, de qué colegio son".
Al terminar la carrera de abogacía, sin vocación para el pleito pero con mucha habilidad para los fogones fruto de su pasión por la buena mesa, alquiló un pequeño restaurante que, reformado y atendido, se convirtió en referencia de su comarca en arroces y pescados.
Con la situación económica y laboral actual no ha perdido su instinto emprendedor y ha decidido emigrar a China, a deleitarles con sus especialidades arroceras. Los comienzos difíciles. Los ingredientes procura llevarlos de España, desde el arroz hasta el azafrán todos los ingredientes llevan el sello del país. Incluso llegó a llevar agua, hasta que encontró el punto a la de allí. Así le sale cojonudo, de otra forma, no sabe cómo puede quedar. ¡Como debe ser!
Su éxito está siendo tal que ya ha abierto pequeños restaurantes en ciudades abiertas a lo de fuera (de China, se entiende).
Pero en el éxito ha encontrado la fatalidad. Visto su empuje, y el peligro que supone la "paellización" del arroz tres delicias, las autoridades han decidido poner alguna traba para desanimarlo y han resuelto una nueva norma sobre la blancura del arroz. Todo grano alimentario tiene que tener blancura grado 1 -blanco nuclear el de ellos, oye- y el arroz español es, como todo el mundo sabe, un poco más moreno.
Acogiéndose a la norma, la Asociación de Consumidores del Bajo Pekín y la Confederación de Productores de Arroz de la Comarca del Valle del Río Yangtzé han denunciado al pobre Tomeu por no cumplirla en sus restaurantes. Lo han jodido, o paellote con arroz chino o a tomar por el culo el negocio.
Ya contaré su decisión. Queda claro que no hacen falta aranceles, basta con ingeniar. ¿No deberíamos nosotros hacer lo mismo con los destornilladores? Se doblan cuando estoy a mitad de tuerca.

domingo, 22 de mayo de 2011

Ocurrencias a medio camino

- Era metódico hasta para el sufrimiento, solo sufría de 4 a 5, coincidiendo con la siesta. Así no se entera.
- Los padres deben ponerse de acuerdo en el orden de los apellidos. Lástima, con un niño recién nacido y ya divorciados.
- El orden de los apellidos lo decide el funcionario en última instancia. Otra decisión más no, por Dios. En cualquier caso, ¿se aceptan sobornos o es suficiente con el cuchillo de cocina?
- Espididol te quita el dolor más rápidamente. A ver si sacan algo para que no me dé.
- Me tomo las aspirinas caducadas para los dolores de ayer.
- A partir de este mes bajará el desempleo en nuestro país. ¡Como los turistas vengan sin hambre!
- Estamos deseosos de saber cuándo sacara Sakira un disco en catalán.
- Las galletas, ¿se rompen entre la fábrica y el súper o entre el súper y tu casa?
- El día que los eslóganes políticos nos digan lo que van a hacer ellos en vez de lo que debemos hacer nosotros, igual empiezo a tener fe.
- Me daba bocinazos incluso antes de que el semáforo se pusiera en verde. Llevaba una camiseta que ponía “Make a better world”.
- Madrid empieza por “M” y termina por “T”.
- La palabra agua no moja.
- Disfrutamos de una modernidad de metacrilato.
- Felix qui nihil debet – Feliz el que no debe nada.
- Me gusta sentirme insumiso ante la dictadura de lo inmediato.
- Desde que tengo dos móviles he elevado al cuadrado mi soledad.
- ¿Cómo es posible que de los 65 € de la factura de agua casi 40 sean de impuestos? Por cierto, la nueva escultura de la rotonda de al lado de casa es fea de cojones. ¿Qué le pasaba a la antigua?
- Hemos hecho de la naturaleza un nuevo parque temático; ya no se siente, se disfruta.
- La publicidad ha dejado de ser el arte de seducir para convertirse en el arte de engañar.

sábado, 14 de mayo de 2011

Subtítulos en tv ya!

No encuentro razón, a estas alturas de todo, por la que se sigue doblando en televisión a todo aquel que no habla castellano. ¿No sería mejor que nos pusieran subtítulos en nuestra lengua pero dejaran oir la voz del que habla?, ¿cuál es el problema?
Yo sólo veo ventajas. Escuchamos otro idioma, con lo que podemos aprenderlo o afianzarlo. Podemos constatar lo que se está diciendo. Creamos vocaciones idiomáticas. Podemos llegar a entender mejor la diversidad. Educamos el oido, ya que todo es menos plano.
Me parece muy importante de cara a las nuevas generaciones, ya que la mia no tuvo la oportunidad (¿sabes si Cary Grant es de Villaconejos?).
Casi me veo en la obligación de emprender una cruzada en favor del subtítulo, al menos en la llamada televisión pública. La campaña podría llamarse algo así como "Amenazados por la ignorancia", o "Bajo la imagen", o "Camino al conocimiento", o "Déjame entrar", por acudir a remedos de películas.
Quizá una recogida de firmas. No sé como funciona, pero si lo veo claro igual me lanzo.

Miedo o pánico. Cada cual

Sin ser nuevo, me ha llegado al correo-e un artículo que, bajo el título de "La cena del miedo", relata la cena que reunió a la ministra Glez. Sinde con representantes de sectores que, de una u otra forma, se ven amenazados o beneficiados por las descargas que se producen en ese medio llamado Internet. A grandes rasgos.
Aunque no le falta razón al autor (nada es absoluto), el posicionamiento queda claro desde el principio. Otéese el titular. Los argumentos que le siguen destilan el tufillo sectario de aquel que aparentando vulnerabilidad tiene los blindajes adecuados. Está bien escrito, pero hablar de libertad única no tiene sentido en un mundo cruzado como el que nos ha tocado sobrevivir.
No cabe duda de que internet está obligando a cambios extraordinarios en periodos de tiempo tan cortos que la mente humana tiene muy difícil asimilar. La mente inhumana creo que lo tiene igual de difícil pero no se ha testeado todavía. Trasladado esto a términos puramente crematísticos, tiene que acojonar. Creo que a Tintín le pasó lo mismo cuando apareció Son Goku. Hostias! un chino que vuela, y en cómodo formato A5. Tengo los días contados, pensó el amariconado y colonizador reportero (estos belgas!).
El nerviosismo suele conducir al análisis apresurado, a la solución a corto plazo; de ahí al error no media un palmo. Y en esas estamos con los proveedores de contenidos, tratando de poner puertas al campo mientras escampa, si es que escampa.
En el otro lado -siempre los dos bandos, irreconciliables en este país- la gran marabunta de abanderados de la libre disposición, del café para todos, del río revuelto.
En el peligro está la oportunidad, si no que se lo digan a los vendedores de seguros. Gracias a esto, aquellos están encontrando soluciones. Y dado que no hay dique que pueda parar este maravilloso tsunami, estos también disponen de armamento pesado para llevar adelante sus reivindicaciones. En medio, un Estado interesado en todo el vaivén. Voracidad impositiva y control de la disonancia obligan.
Datos de todo tipo en poder de entes difusos y confusos, correo electrónico al que sólo se accede con conexión y si la nueva deidad lo permite, información sensible en lugares remotos fuera de nuestro control, mundos virtuales en los que no sabemos nada de nuestros vecinos, suplantaciones de identidad, irrealidad real, realidad aparente, inocuidad inquietante. Esto es lo que realmente nos debería dar miedo. O pánico, como queráis.

sábado, 7 de mayo de 2011

Marketing grosero (perdón por la redundancia)


En el fondo lo ha sido siempre. Pero últimamente parece que se manifiesta con más virulencia que nunca. Debe ser que, como consumidores, estamos bastante aletargados por los aromas del exceso, por el cloroformo de la abundancia.
Hace un tiempo llegué a un acuerdo con una conocida empresa, de las nombradas gran superficie (ya lo he dicho en otras ocasiones, eufemismo despiadado), de la cual, para no perjudicarla, no diré su nombre. Sólo una pista, no es Alcampo, es la otra. Pues bien, el acuerdo consistía en aceptar una tarjeta que recogía información de mis compras a cambio de una serie de regalos y descuentos. La carne es débil y acepté.
No me hace mucha gracia que sepan lo que como, seguro que terminan sabiendo lo que cago, pensé. Aún así, acabé rendido a la oferta de 1/2 pollo con su correspondiente media cabeza -para caldo- por 3€, y encima me regalan una cocacola de litro. No bebo cocacola, pero como pollo.
Un buen día, así de sopetón, me dan unos vales descuento. Champú un 30% rebajado, agua 4+1, bote de lentejas Litoral, pague 15 y llévese 20, todo para la próxima compra. Qué listos! Acudí al libro de matemáticas de 1º de bup y certifiqué que la cosa salía a cuenta.
Llegó el día esperado, me voy a poner de lentejas como "el tenazas". Al final cambio de opinión y me decanto por el champú. Ante todo, higiene personal. Me dirijo a la estantería con el ticket en la mano -bote de 600 ml- y veo de 500 y de 250ml. No existe ese tamaño. Es que tal, es que cual, es que el programa informático. Un día los ordenadores hablarán y la joderemos.
Bueeeeeno, pues cojo el agua. Ante todo hidratación (cambio de opinión ante la fatalidad). Y en la estantería del agua no quedaba de esa marca ofertada. Indignación contenida.
Tenía dos opciones, o irme con 20 latas de lentejas o reclamar. Como soy de los que eluden el conflicto reclamé. Casi un año después todavía estoy esperando respuesta.
He decidido no volver más a ese establecimiento. Ni oficina del consumidor ni ostias. No volver.
Desconozco si me echan de menos, o si he abierto un agujero en su cuenta de resultados. Estoy satisfecho y la vida sigue sin ellos.
¿Os dice algo todo esto?

viernes, 22 de abril de 2011

Aprendemos rápido y bien

Cuentan las crónicas que en un encuentro de ministros de la Unión Europea celebrado en Francia, el ministro francés invitó al español a cenar en su casa a unos kilómetros de París. La casa, situada en pleno campo encima de una loma desde la que se podía ver la capital, tenía unos 800 m2 construidos, jardín exquisítamente cuidado, estanque con peces de colores y patos, invernadero con plantas endémicas, un lujoso todo terreno en la puerta, muebles suntuosos y hasta casa para el servicio (tres personas siempre a su disposición).
- No vives mal. Y antes eras profesor de universidad. ¿De dónde ha salido todo esto?
- ¿Ves aquella autopista?
-respondió el francés.
- Si.
- Pues eso, un poco de aquí, un poco de allá. Ya sabes -dijo mientras adoptaba la posición del "egipcio".

Dos años más tarde, la cumbre se celebraba en España. Atendiendo las más elementales normas de cortesía, el ministro español invitó a su homólogo francés a cenar en su humilde morada, una mansión de 1500 m2 con piscina, lago artificial con una familia de Pejesapo Psicodélico, faisanes, cuadra de caballos con 4 bellos equinos, un jardín zen con plantas traídas de Japón, un par de coches de lujo, un helipuerto y un pequeño parque temático para los niños y sus amigos. La casa de servicio, a unos 300 mts. de distancia albergaba una corte de 8 personas a su disposición las 24 hrs. del día.

- Chico, tu tampoco vives mal. Cuando empezaste en esto de la política tenías un poco de patrimonio familiar, pero esto es demasiado. ¿Cómo lo has conseguido?
- Ves aquella autopista
-dijo el prócer español señalando lontananza.
- No -respondió el francés.
- Pues eso.

martes, 5 de abril de 2011

Son ciclos, no podemos hacer nada

Nos costó un poco asimilar la enseñanza, somos un poco duros de mollera. Cientos de años para darnos cuenta de que "Sapientia quae sola libertas est" (Lucio Anneo Séneca), pero al fin lo logramos. Y lo adaptamos a nuestra idiosincrasia. Que si esas nubes presagian cambio de tiempo, que si el frío hará que el escarabajo manchego no llegue a la costa y la cosecha de tomates será buena, que si más vale pájaro en mano que ciento volando. En fin, la "sapientia" elevada a la categoría de refrán o de sentencia ineludible. Tan cómodos como siempre y tan satisfechos como nunca. Lo hemos logrado!
Hasta que, no hace mucho -algo más de cien años-, llegaron ecos de otras latitudes que venían a decir otra cosa. "Arbeit macht frei", oíamos. Al principio, como no lo entendíamos, no había problema, sigamos con lo nuestro, como quien oye llover. Pero, amigo, llegó la traducción y se nos desmontó el tenderete. Mucho tiempo cultivando la "sapientia" y ahora resulta que se trata del "arbeit". ¿En qué quedamos? No me jodas que voy a tener que cambiar ahora. Esto del cambio no va con el carácter patrio.
Esta situación creó una suerte de ansia viva entre la población que, un tanto desorientada, buscaba una solución al conflicto creado. Y lo encontró. Se dijo a sí misma que no podía ser cierto, y se inventó la actividad especulativa -no hace falta diccionario- mientras pasaba el temporal. "¿Arbeit?" Unos cojones! Esperemos y se les pasará. Política, inmobiliaria, social, económica, laboral, cultural,... a especular sin piedad que la vida son dos días.
Y así estamos, esperando que pase el ciclo que nos devuelva a la "sapientia", de forma que podamos volver a vender sangría y paseos en burro sin otro esfuerzo que poner la mano al final del acto. Eso si, con dignidad cazurra y mirando por encima del hombro.
En fin, que no se trata de una crisis, se trata de un ciclo que, como todos, pasará. No hace falta que hagamos nada, total, es lo que hemos hecho siempre.

sábado, 26 de marzo de 2011

Homologado

Hace un par de años me compré una máquina eléctrica para cortar el pelo. Primero visité uno de esos badulaques orientales, pero no me animé, las instrucciones venían escritas en un idioma que no logré entender y no me fiaba. Luego, atendiendo cánones europeos, me adentré en una "gran superficie" y adquirí una. Made in China, por cierto.
El caso es que la cuchilla ya no corta bien (dos años, una eternidad según la biblia de la obsolescencia programada) y tengo que ir a la peluquería de vez en cuando, para igualar más que nada. Ya se lo digo al peluquero, no quiero creatividad en mi cabeza, vengo a pasar la ITV.
El otro día, una vez igualado y habiendo pagado por ello en euros (es decir, miles de pesetas), salí de la peluquería satisfecho -no quise que me enseñaran la nuca con el espejo, mal hábito adquirido con la modernidad que propicia dudas y resquemores- cuando me aborda un policía municipal y me dice:
- Buenos días. Sale Ud. de esa peluquería y veo que lleva un corte de pelo no homologado.
- Qué me dice!
, respondí aunque pensaba otra cosa.
- El suyo no es un corte incluido en el Catálogo de Cortes Homologados aprobado por el Consistorio a través de la ordenanza municipal número...
- No sabía que existiera esa normativa.
- Ya sabe que el desconocimiento de la ley no le exime de cumplirla. Lo lamento, tendré que multarle.

Ostias!, pensé. Mira que suelo llevar todo homologado y en regla. El casco para la moto, el chubasquero color naranja, el carné de Consumidor de de Alimentos Grasos Permitidos, el Certificado de No Entorpecimiento de las Labores y Mandatos Gubernamentales. Incluso me he empollado la Guía Oficial del Lenguaje no Heterosexista.
Dudo entre pagar o recurrir, al fin y al cabo no hay documento gráfico. Bien pensado, mejor lo primero, ya que lo segundo siempre termina en lo primero.
De lo que no dudo es de que todo este tinglado que hay montado es un abuso, de una voracidad grosera y dolorosa. Y lo peor es que cada nueva imposición, cada vuelta de tuerca, cada atraco, lo tragamos con enfado indiferente para digerirlo como chiste, chascarrillo, chirigota o arma arrojadiza. No vamos bien. Hay que exigirse y exigir formas y fondos capaces de contrarrestar este disparate. No hace falta unirse en torno a grupos o colectivos, bastaría con que cada uno hiciera bien su trabajo.
No tenemos derecho a seguir tropezando.

domingo, 6 de febrero de 2011

Una nueva unidad de medida


Ahora que está de moda revisarlo todo, hay un programa de tv que repasa la historia de la publicidad, tanto impresa, como anunciada en este noble, entretenido y cargante medio de (in)comunicación.
Hace unos días, el tema elegido fue el del tratamiento que la publicidad daba al papel de hombres y mujeres respecto al asunto de las tareas del hogar. Como podéis imaginar, el género masculino quedaba en evidencia -sonrisa con sorna del presentador e invitados incluida- dada su escasa inclinación a colaborar en las mismas. Cosas de la época, la cultura, la educación y, seguramente en muchos casos, la ignorancia y la comodidad.
Hoy es diferente, me consta, aunque hay cosas que denotan que el macho (alfa o no) mantiene cierta distancia con esa sensibilidad plena exigida por los amantes de lo correcto.
Mi señora y mi suegra pueden confirmar que soy de los que contribuyen, con tiempo y dedicación, a resolver las diarias servidumbres del día a día en el hogar. Limpio, plancho, compro, pongo coladas, no dejo pelos en la bañera, meo sentado, riego las plantas y reparo los pequeños desperfectos. Lo que no hago habitualmente es cocinar de forma elaborada; no me ha llamado Dios por el camino del fogón. La tortilla francesa me sale exquisita, al igual que el arroz chino del chino de la esquina. El punto a la carne se lo doy, faltaría más.
Eso si, lo hago todo a mi aire. No termino de entender lo de separar la ropa delicada, la diferencia entre un multiuso y un limpia cristales, la bondad de un detergente líquido frente al de polvo, o la diferencia entre aplicar vapor o agua a la hora de planchar. Incluso los diferentes electrodomésticos tienen únicamente un solo programa, el de siempre, y al mismo me adhiero con devoción franciscana. Cierras la puerta, le das al botón de marcha y listo. No considero estas acciones como una falta de sensibilidad, más bien como una ausencia de preocupación. Ya tengo bastante con la crisis.
Luego está la cuestión de la cantidad de producto a utilizar. Propongo una unidad de medida universal, el chorritón (chorritoncete o chorritoncillo para los no iniciados). ¿Cuanto detergente pongo en la colada? Un chorritón. ¿Cuanto jabón en el lavavajillas? Un chorritón. ¿Cuanto antical en la bañera? Un chorritón. ¿Cuanto domestos en la taza? Pues también un chorritón. Incuestionable, práctico y casi, casi, exacto.
Y cuando hay lío, porque a veces lo hay, cuando algo sale mal y silbar no te soluciona nada, siempre argumento lo mismo: seguimos siendo un tanto primitivos y las universidades no ayudan. ¿Para cuando un master postgrado en ingeniería del hogar?

Nota del autor - La fotografía es de un amigo, me la ha cedido en exclusiva y no tiene más.

sábado, 22 de enero de 2011

Mal vamos (continuación de "El bar de Juanito")

Leopoldo y Pedro no se han llevado bien nunca. Tampoco saben muy bien porqué. Parece que sus respectivos abuelos, cada uno en un bando de los llamados "irreconciliables", iniciaron esta tradición, que heredaron sus padres y ahora ellos. Hay que conservar el patrimonio histórico con determinación.
Leopoldo fuma. Pedro no. Pedro ha visto a Leopoldo fumando un cigarrillo en un parque -espacio cerrado, como todos sabemos- donde a veces van niños. Pedro ha denunciado a Leopoldo, que se enfrenta a una divertida multa. Acercando posturas, que se dice. Mal vamos.
Se me olvidaba, Pedro conduce un vetusto todoterreno que emite sin piedad y con toda impunidad cantidades importantes de mierda a través de su tubo de escape. Mal vamos.

El bar de Juanito


Recordaba su vida alrededor del bar. De pequeño siempre le había gustado ayudar a su padre en el pequeño bar que había abierto a finales de los años 60, cuando se hacía notar cierta prosperidad económica en un país cerrado y en construcción.
Con el tiempo, y mucho trabajo, había ampliado el negocio comprando un local anexo, dejando de ser un simple bar para convertirse en una elegante cafetería setentera con sus cruasanes, sus cafés variados y sus asientos de terciopelo rojo.
Treinta años después, Juanito hijo está pasando por un momento difícil. Todo comenzó hace cuatro, cuando una afortunada y equilibrada ley le obligó a una redistribución del espacio y a una dolorosa pero esperanzada inversión en extractores de humo. Ahora, otra desafortunada ley cancela su inversión, pero no la devolución del crédito que pidió para cumplir con la anterior.
Ante la tesitura (diablos!, tesitura), y buscando una solución, Juanito ha decidido crear un club de fumadores en la cafetería, a ver si vuelve a subir la frecuencia de visitas a su establecimiento. En el ayuntamiento no han puesto pegas, han tramitado el alta y cobrado por ello. Los técnicos de la "comodidad autónoma" le han multado porque, según ellos, no está claro todavía el asunto de este tipo de sociedades. Pim, pam. Cuando Juanito pensaba que ya no le quedaban mejillas para poner, suben los impuestos, el iva y el convenio de hostelería de este año le obliga a subir el sueldo de sus empleados. Eso si, como se le ocurra subir el precio de las consumiciones, lo lapidan con las chapas de los botellines.
Juanito no está triste, ni siquiera manifiesta pesimismo. Juanito está más quemado que la cafetera de John Wayne con tanto despropósito. Dice que no se rinde, que va a luchar por lo que tanto trabajo le ha costado. Y yo le apoyo.

Nota del autor.- Fumo muy poco, pero fumo. No me gustan los lugares llenos de humo, pero estoy en contra de esta nueva ley tan mal orientada. ¿La siguiente prohibirá las judías pintas?, ¿que necesidad tengo yo de aspirar gas metano cuando voy al cine?

Genio de la publicidad


Desconozco si el propietario tiene estudios de publicidad, marketing o comunicación; si utiliza las redes sociales para promocionar el negocio; si acude con regularidad a charlas o seminarios impartidos por los más prestigiosos gurús en temas de gestión empresarial. De lo que sí estoy seguro es de que este tipo es un monstruo de la publicidad. Con independencia del mensaje elegido, conoce los resortes que ponen en marcha la atención, y los utiliza.
Ya sé que no hacía falta ningún comentario, que la imagen es suficientemente elocuente, pero...
(Por cierto, si no podéis ver bien el anuncio, podéis "pinchar" sobre la imagen).

viernes, 7 de enero de 2011

Balada triste de película

Dios me libre de pretender escribir una crítica cinematográfica. Voy mucho al cine, sin distinción de géneros, nacionalidades, actores o temas. Pero no soy crítico de cine. Me guío por mi intuición para decidir, mi satisfacción personal cuando salgo, y mi memoria, así que hayan pasado unos días, para comprender la huella. Si es que la ha habido.
El pasado lunes acudí, ufano como siempre, a visionar la película "Balada triste de trompeta", del laureado director y, ahora, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (casi me ahogo) Alex de la Iglesia. El primer rato, la película prometía (como muchas) pero, poco a poco, los diálogos se iban volviendo vacíos, los personajes se iban difuminando y la tendenciosidad se iba adueñando de la pantalla. No sigo, labor de otros.
Una vez más, y van....en el cine español, revisión plana del pasado, sin otro punto de vista que el del presunto perdedor, omitiendo hechos, descalificando con pretendida ironía, tergiversando la historia, clamando una compensación que ya nunca se producirá. Creando opinión con el sesgo del ignorante o del paniaguado para que los espectadores terminen creyendo que, al final, Caperucita se merendó al lobo.
¿A qué viene otra vez tanto revisionismo?, ¿no hemos tenido ya bastante ración de "corrección política? Desconozco si el motivo ha sido el exceso de subvención, la veleidad no disimulada, la emulación técnicamente buena pero sin contenidos -ya tenemos un Tarantino, no necesitamos otro-, una excusa para mantener la industria en pie, o todo junto. Hacía tiempo que el asiento de cine no me echaba de esa manera.
Veo todo tipo de películas y no huyo de las que se hacen en España. He constatado, a lo largo de muchos años, que el cine español es un cine de perdedores, refugiado en la nostalgia, el chascarrillo, la gracia fácil, la picaresca y la burda imitación. Salvo honrosas excepciones, claro está. Luego nos extraña que la gente joven no acuda a verlo.