domingo, 12 de diciembre de 2010

Wikileaks (güiquilics para los no iniciados) familiar


Nunca imaginé que esto ocurriría. Nunca imaginé que saldría a la luz pública. Pero ha ocurrido. Hace ya semanas que tengo la mosca detrás de la oreja pues veo que, poco a poco, se van desvelando informes secretos en Wikileaks (güiquilics para los no iniciados) y era cuestión de tiempo que se filtraran los que afectan e implican a toda mi familia.
Mira que avisé a todos mediante mensaje cifrado. "Cuidao tontosdelhaba, si aberronchamos los dimes y diretes la vamog a cagan" decía. ¿Cómo la habrán descifrado?
El caso es que no se ha tenido cuidado con los ficheros ultra secretos y vamos a tener problemas.
Así ha sido. Toda la información referente al "amigo invisible" de esta Navidad ha salido a la luz. Ahora, cada uno sabe quién es el que le hará el regalo navideño, lo que está aumentando la tensión diplomática entre los miembros activos de la familia.
Antes de la filtración, al igual que en años anteriores, la gente estaba tranquila y podía regalar sin esfuerzo presupuestario ni imaginativo, pues el destinatario nunca sabía quién había cometido el dislate. Si no te gustaba, san aguantarse, no te ibas a enemistar con todo el mundo retirándote a un rincón cerca del pesebre, sin polvorones y con el frío que hace en tan señaladas fechas.
Ahora, la tensión del "qué" y del "cuanto" se ha instalado en el subconsciente colectivo de la comunidad familiar. Miradas subrepticias de recelo, reproches encubiertos, maquinación de venganzas, horrores pasados, todo el vinagre a flor de piel.
Y lo que es peor, junto a la lista delatora han aparecido los comentarios que salpican las relaciones y que en nada ayudan a aliviar el conflicto. Que si el corderito de la tía no estaba en su punto. Que si el vino del cuñaaaaao era de medio pelo. Que si la nuera cuando se emborracha es insoportable, y cuando no, también. Que si a papá se le ha solidificado el cortex cerebral y no da una a derechas. etcétera.
Soy un profundo defensor de la libertad de expresión. Pero hay cosas que no se hacen, hombre! No estábamos preparados para ello. Me parece que esta Navidad va a ser un poco tensa. Maldito Wikileaks (güiquilics para los no iniciados).

jueves, 9 de diciembre de 2010

Homo homini lupus


Una buena oportunidad, pensé al ver la espectacular oferta de prendas polares publicitada por una conocida cadena de tiendas de ropa y objetos relacionados con la práctica deportiva.
El pasado martes encontré un hueco en mi apretada agenda así que, ufano, cogí mi scooter (otro día hablo de ella) y me dirigí a la tienda más próxima a casa.
Al llegar y ver el parking lleno, dudé de si entrar o no, aterrado al imaginarme la multitud descontrolada, enloquecida por obtener el preciado objeto de deseo (podemos incluso obviar lo de preciado y lo de deseo). Pero ya estaba allí y, en un acto de valentía, pa' dentro.
Ya en el interior me quedé un poco sorprendido pues no había tanta gente como vehículos en el parking hacía suponer. Que bien, volví a pensar (dos pensamientos el mismo día, agotado estaba), no hay hordas actuando como sólo ellas saben actuar.
Pregunté a una empleada que portaba rictus de ignorancia donde podía encontrar la prenda deseada y me indicó al fondo a la derecha. Recuérdese que todo, sin excepción, está al fondo a la derecha en este tipo de establecimientos; no sé para qué pregunto. Todo era normal hasta ese momento, pasillos iluminados, productos en su sitio, familias con niños coñazo, jóvenes y jóvenas, olor a plástico chino.
Por fin llego al fondo a la derecha y no doy crédito. La marabunta, la plaga anunciada en la quinta trompeta del Apocalipsis. Cienes y cienes -que diría mi peluquera- de personas alrededor de unos grandes cajones repletos, se supone, de las ofertadas prendas.
¿Qué hago?, ¿me bato en retirada?, ¿me aventuro y que sea lo que Dios quiera? A pesar de no ir preparado (armadura y lanzallamas no me caben en el cajón de la scooter, de la que hablaré otro día, no insistáis) tomé la heroica decisión de adentrarme en el tumulto. Hay que ser valiente de vez en cuando.
No conseguía llegar a los cajones. Perdón, perdón, ¿me permite?, ¿sería tan amable? Los métodos tradicionales no surtían efecto así que tuve que pasar al plan B. Éste consiste en poner cara de "yo no he sido" y liarte a empujones y codazos. Lástima que esa tarde no estaba cabreado, suele ser un buen lenitivo.
Llego a mi destino, estoy feliz, pero de inmediato me invade el desánimo. ¿Dónde cojones está mi talla y el color que busco? Lo que tendrían que ser cajones marcados con su contenido dentro se habían convertido en continentes desordenados llenos de todo tipo de cosas. Un guante suelto, un bote de pelotas de tenis, un candado de bicicleta....incluso un niño pequeño que alguien debió perder en el fragor de la batalla. Y yo buscando, a la vez que defendía mi posición del ataque de otros seres casi humanos.

Como soy bastante cartesiano, estaba al borde del colapso. Prendas por todas partes, falta de asitencia (los empleados escondidos, hacen bien), mordiscos por la talla "L", gritos, caos generalizado. Un universo desconocido para mi.
Decisión final, hay que llevarse algo que compense el sufrimiento. Y así, a ojo de buen cubero (¿qué diablos quiere decir "ojo de buen cubero"?) trinco la prenda que presumo me irá bien de tamaño y el color aproximado al deseado.
Satisfecho, aunque un poco debilitado, logro salir indemne del tumulto, llego a caja y abono los 5 € que costaba la susodicha. Ofertón, ya digo. El precio es el problema y la solución a la vez.
Soy como soy y hasta llegar a casa no le presto atención a la compra. La saco de la bolsa y me doy cuenta de que he cogido la talla "M" en vez de la "L" y en color verde pistacho en vez del verde melón que me apetecía.
No estoy disgustado, iré a cambiarla. Cuando esté cerrado.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Fondo y forma

Aunque interesante, no es tanto el fondo del contenido como la forma de hacerlo visible. Se disfruta.