sábado, 14 de mayo de 2011

Miedo o pánico. Cada cual

Sin ser nuevo, me ha llegado al correo-e un artículo que, bajo el título de "La cena del miedo", relata la cena que reunió a la ministra Glez. Sinde con representantes de sectores que, de una u otra forma, se ven amenazados o beneficiados por las descargas que se producen en ese medio llamado Internet. A grandes rasgos.
Aunque no le falta razón al autor (nada es absoluto), el posicionamiento queda claro desde el principio. Otéese el titular. Los argumentos que le siguen destilan el tufillo sectario de aquel que aparentando vulnerabilidad tiene los blindajes adecuados. Está bien escrito, pero hablar de libertad única no tiene sentido en un mundo cruzado como el que nos ha tocado sobrevivir.
No cabe duda de que internet está obligando a cambios extraordinarios en periodos de tiempo tan cortos que la mente humana tiene muy difícil asimilar. La mente inhumana creo que lo tiene igual de difícil pero no se ha testeado todavía. Trasladado esto a términos puramente crematísticos, tiene que acojonar. Creo que a Tintín le pasó lo mismo cuando apareció Son Goku. Hostias! un chino que vuela, y en cómodo formato A5. Tengo los días contados, pensó el amariconado y colonizador reportero (estos belgas!).
El nerviosismo suele conducir al análisis apresurado, a la solución a corto plazo; de ahí al error no media un palmo. Y en esas estamos con los proveedores de contenidos, tratando de poner puertas al campo mientras escampa, si es que escampa.
En el otro lado -siempre los dos bandos, irreconciliables en este país- la gran marabunta de abanderados de la libre disposición, del café para todos, del río revuelto.
En el peligro está la oportunidad, si no que se lo digan a los vendedores de seguros. Gracias a esto, aquellos están encontrando soluciones. Y dado que no hay dique que pueda parar este maravilloso tsunami, estos también disponen de armamento pesado para llevar adelante sus reivindicaciones. En medio, un Estado interesado en todo el vaivén. Voracidad impositiva y control de la disonancia obligan.
Datos de todo tipo en poder de entes difusos y confusos, correo electrónico al que sólo se accede con conexión y si la nueva deidad lo permite, información sensible en lugares remotos fuera de nuestro control, mundos virtuales en los que no sabemos nada de nuestros vecinos, suplantaciones de identidad, irrealidad real, realidad aparente, inocuidad inquietante. Esto es lo que realmente nos debería dar miedo. O pánico, como queráis.

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