sábado, 29 de mayo de 2010

Quizá haya sido así

Se solicitó a un prestigioso asesor financiero que explicara esta crisis de una forma sencilla, para que la gente de a pie entienda sus causas.

Este fue su relato:

Un señor se dirigió a una aldea donde nunca había estado antes y ofreció a sus habitantes 100 € por cada burro que le vendieran. Buena parte de la población le vendió sus animales.
Al día siguiente volvió y ofreció mejor precio, 150 por cada burrito, y otro tanto de la población vendió los suyos.
Y a continuación ofreció 300 euros y el resto de la gente vendió los últimos burros. Al ver que no había más animales, ofreció 500 € por cada burrito, dando a entender que los compraría a la semana siguiente, y se marchó.
Al día siguiente mandó a su ayudante con los burros que compró a la misma aldea para que ofreciera los burros a 400 euros cada uno.
Ante la posible ganancia a la semana siguiente, todos los aldeanos compraron sus burros a 400 €, y quien no tenía el dinero lo pidió prestado. De hecho, compraron todos los burros de la comarca.
Como era de esperar, este ayudante desapareció, igual que el señor, y nunca más aparecieron.
La aldea quedó llena de burros y endeudados.


Hasta aquí lo que contó el asesor. Veamos lo que pasó después

Los que habían pedido prestado, al no vender los burros, no pudieron pagar el préstamo.
Quienes habían prestado dinero se quejaron al ayuntamiento diciendo que si no cobraban, se arruinarían ellos; entonces no podrían seguir prestando y se arruinaría todo el pueblo.
Para que los prestamistas no se arruinaran, el Alcalde, en vez de dar dinero a la gente del pueblo para pagar las deudas, se lo dio a los propios prestamistas. Pero estos, ya cobrada gran parte del dinero, sin embargo, no perdonaron las deudas a los del pueblo, que siguió igual de endeudado.
El Alcalde dilapidó el presupuesto del Ayuntamiento, el cual quedó también endeudado. Entonces pide dinero a otros ayuntamientos; pero estos le dicen que no pueden ayudarle porque, como está en la ruina, no podrán cobrar después lo que le presten.
El resultado final:
Los listos del principio, forrados. Los prestamistas, con sus ganancias resueltas y un montón de gente a la que seguirán cobrando lo que les prestaron más los intereses, incluso adueñándose de los ya devaluados burros con los que nunca llegarán a cubrir toda la deuda. Mucha gente arruinada y sin burro para toda la vida. El Ayuntamiento igualmente arruinado.
Para solucionar todo esto y salvar a todo el pueblo, el Ayuntamiento bajó el sueldo a sus funcionarios.

(Recibido por correo-e. Me ha gustado y lo incorporo al blog)

domingo, 23 de mayo de 2010

El patito hinchable

El día ha amanecido como siempre, con la salida del sol. Después de un buen desayuno, Enrique y yo nos dirigimos a la playa a iniciar la jornada laboral. Tiene una escuela de windsurf y una pequeña tienda de bañadores y complementos en Playa d'en Bossa, Ibiza. Es bonito tener la oficina allí, invita a la contemplación, alivia pituitarias y, sobre todo en Ibiza, alegra la vista.

A eso de las cinco de la tarde, con la calorina en todo su apogeo, vemos que se acerca deprisa y con evidentes muestras de nerviosismo un tipo moreno y enjuto.
- Por favor, ayúdenme. Mi señora, mi señora!
- ¿Qué pasa, buen hombre?, responde Enrique.
- Que mi señora se ha quedado dormida encima del patito hinchable y está allí -señala un bulto en mitad del mar- y no puede volver, no sabe nadar. ¿Pueden coger un barco de estos y traerla?
La escuela cuenta con un par de catamaranes de alquiler. Barcos al fin y al cabo.
- No se preocupe, tranquilícese, vamos a ir a por ella.

La buena señora se ha alejado bastante; comodamente sentada sobre su flotador ha sido pasto de las corrientes. ¿Habrá sido de la paella o del alioli la causa de la situación? A base de lechuga no se consigue esa intensidad de sueño.
Llegamos a su lado y la postal es de fotografía de verano de cualquier revista insustancial. Oronda, histérica y asustada, sus carnes desbordan los límites exteriores del flotador, que no da abasto.
- Ay, por favor, ayúdenme, ayúdenme, grita nerviosa.
- Tranquilícese señora, la vamos a subir al barco.
Entre el peso, los nervios, la agilidad de la inconsciente y el mar, difícil labor.
Casi volcamos, pero al final logramos acomodarla evitando escoras.
- Vámonos, me dice Enrique.
- ¿Cómo que nos vamos?, ¿y el patito? (más gritos)
- Señora, el patito se queda.
- De eso nada, es nuevo y me ha costado un buen dinero. No lo voy a dejar aquí.
Es el día de suerte de la gorda, pensamos los dos. No vuelve al agua de milagro. Ponemos proa al patito de los cojones, largamos un cabo, lo amarramos como podemos y volvemos a la playa.
- Muchas gracias, muchas gracias, dice el enjuto. Yo pensaba en una buena propin, pero las estancias baratas no dejan resquicio a la generosidad.

Y se van discutiendo por la playa. El patito lo lleva él a cuestas. Los nervios. Y la puta ignorancia.

La historia se repite

Vivimos en una época de subcultura y exceso de trabajo; una época en la que las gentes son tan laboriosas que se han vuelto rematadamente estúpidas. Y, aunque pueda parecer duro, no puedo por menos que decir que se merecen su destino. La manera más segura de no saber nada de la vida es procurar ser útil...
...En este momento tratamos de evitar con subsidios y limosnas la crisis que está por llegar, la revolución inminente. Pues bien, cuando llegue la revolución de la crisis, seremos incapaces de responder, porque no sabremos nada. Inglaterra no será un país civilizado hasta que haya incorporado la Utopía a sus territorios...Lo que necesitamos son individuos sin sentido práctico, capaces de ver más allá del presente, de pensar más allá del día de hoy. Los que intentan conducir al pueblo sólo pueden lograrlo siguiendo al populacho. Es la voz que clama en el desierto la que allana el camino de los dioses.


Oscar Wilde, La importancia de discutirlo todo (1890)