sábado, 26 de marzo de 2011

Homologado

Hace un par de años me compré una máquina eléctrica para cortar el pelo. Primero visité uno de esos badulaques orientales, pero no me animé, las instrucciones venían escritas en un idioma que no logré entender y no me fiaba. Luego, atendiendo cánones europeos, me adentré en una "gran superficie" y adquirí una. Made in China, por cierto.
El caso es que la cuchilla ya no corta bien (dos años, una eternidad según la biblia de la obsolescencia programada) y tengo que ir a la peluquería de vez en cuando, para igualar más que nada. Ya se lo digo al peluquero, no quiero creatividad en mi cabeza, vengo a pasar la ITV.
El otro día, una vez igualado y habiendo pagado por ello en euros (es decir, miles de pesetas), salí de la peluquería satisfecho -no quise que me enseñaran la nuca con el espejo, mal hábito adquirido con la modernidad que propicia dudas y resquemores- cuando me aborda un policía municipal y me dice:
- Buenos días. Sale Ud. de esa peluquería y veo que lleva un corte de pelo no homologado.
- Qué me dice!
, respondí aunque pensaba otra cosa.
- El suyo no es un corte incluido en el Catálogo de Cortes Homologados aprobado por el Consistorio a través de la ordenanza municipal número...
- No sabía que existiera esa normativa.
- Ya sabe que el desconocimiento de la ley no le exime de cumplirla. Lo lamento, tendré que multarle.

Ostias!, pensé. Mira que suelo llevar todo homologado y en regla. El casco para la moto, el chubasquero color naranja, el carné de Consumidor de de Alimentos Grasos Permitidos, el Certificado de No Entorpecimiento de las Labores y Mandatos Gubernamentales. Incluso me he empollado la Guía Oficial del Lenguaje no Heterosexista.
Dudo entre pagar o recurrir, al fin y al cabo no hay documento gráfico. Bien pensado, mejor lo primero, ya que lo segundo siempre termina en lo primero.
De lo que no dudo es de que todo este tinglado que hay montado es un abuso, de una voracidad grosera y dolorosa. Y lo peor es que cada nueva imposición, cada vuelta de tuerca, cada atraco, lo tragamos con enfado indiferente para digerirlo como chiste, chascarrillo, chirigota o arma arrojadiza. No vamos bien. Hay que exigirse y exigir formas y fondos capaces de contrarrestar este disparate. No hace falta unirse en torno a grupos o colectivos, bastaría con que cada uno hiciera bien su trabajo.
No tenemos derecho a seguir tropezando.