sábado, 22 de enero de 2011

Mal vamos (continuación de "El bar de Juanito")

Leopoldo y Pedro no se han llevado bien nunca. Tampoco saben muy bien porqué. Parece que sus respectivos abuelos, cada uno en un bando de los llamados "irreconciliables", iniciaron esta tradición, que heredaron sus padres y ahora ellos. Hay que conservar el patrimonio histórico con determinación.
Leopoldo fuma. Pedro no. Pedro ha visto a Leopoldo fumando un cigarrillo en un parque -espacio cerrado, como todos sabemos- donde a veces van niños. Pedro ha denunciado a Leopoldo, que se enfrenta a una divertida multa. Acercando posturas, que se dice. Mal vamos.
Se me olvidaba, Pedro conduce un vetusto todoterreno que emite sin piedad y con toda impunidad cantidades importantes de mierda a través de su tubo de escape. Mal vamos.

El bar de Juanito


Recordaba su vida alrededor del bar. De pequeño siempre le había gustado ayudar a su padre en el pequeño bar que había abierto a finales de los años 60, cuando se hacía notar cierta prosperidad económica en un país cerrado y en construcción.
Con el tiempo, y mucho trabajo, había ampliado el negocio comprando un local anexo, dejando de ser un simple bar para convertirse en una elegante cafetería setentera con sus cruasanes, sus cafés variados y sus asientos de terciopelo rojo.
Treinta años después, Juanito hijo está pasando por un momento difícil. Todo comenzó hace cuatro, cuando una afortunada y equilibrada ley le obligó a una redistribución del espacio y a una dolorosa pero esperanzada inversión en extractores de humo. Ahora, otra desafortunada ley cancela su inversión, pero no la devolución del crédito que pidió para cumplir con la anterior.
Ante la tesitura (diablos!, tesitura), y buscando una solución, Juanito ha decidido crear un club de fumadores en la cafetería, a ver si vuelve a subir la frecuencia de visitas a su establecimiento. En el ayuntamiento no han puesto pegas, han tramitado el alta y cobrado por ello. Los técnicos de la "comodidad autónoma" le han multado porque, según ellos, no está claro todavía el asunto de este tipo de sociedades. Pim, pam. Cuando Juanito pensaba que ya no le quedaban mejillas para poner, suben los impuestos, el iva y el convenio de hostelería de este año le obliga a subir el sueldo de sus empleados. Eso si, como se le ocurra subir el precio de las consumiciones, lo lapidan con las chapas de los botellines.
Juanito no está triste, ni siquiera manifiesta pesimismo. Juanito está más quemado que la cafetera de John Wayne con tanto despropósito. Dice que no se rinde, que va a luchar por lo que tanto trabajo le ha costado. Y yo le apoyo.

Nota del autor.- Fumo muy poco, pero fumo. No me gustan los lugares llenos de humo, pero estoy en contra de esta nueva ley tan mal orientada. ¿La siguiente prohibirá las judías pintas?, ¿que necesidad tengo yo de aspirar gas metano cuando voy al cine?

Genio de la publicidad


Desconozco si el propietario tiene estudios de publicidad, marketing o comunicación; si utiliza las redes sociales para promocionar el negocio; si acude con regularidad a charlas o seminarios impartidos por los más prestigiosos gurús en temas de gestión empresarial. De lo que sí estoy seguro es de que este tipo es un monstruo de la publicidad. Con independencia del mensaje elegido, conoce los resortes que ponen en marcha la atención, y los utiliza.
Ya sé que no hacía falta ningún comentario, que la imagen es suficientemente elocuente, pero...
(Por cierto, si no podéis ver bien el anuncio, podéis "pinchar" sobre la imagen).

viernes, 7 de enero de 2011

Balada triste de película

Dios me libre de pretender escribir una crítica cinematográfica. Voy mucho al cine, sin distinción de géneros, nacionalidades, actores o temas. Pero no soy crítico de cine. Me guío por mi intuición para decidir, mi satisfacción personal cuando salgo, y mi memoria, así que hayan pasado unos días, para comprender la huella. Si es que la ha habido.
El pasado lunes acudí, ufano como siempre, a visionar la película "Balada triste de trompeta", del laureado director y, ahora, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (casi me ahogo) Alex de la Iglesia. El primer rato, la película prometía (como muchas) pero, poco a poco, los diálogos se iban volviendo vacíos, los personajes se iban difuminando y la tendenciosidad se iba adueñando de la pantalla. No sigo, labor de otros.
Una vez más, y van....en el cine español, revisión plana del pasado, sin otro punto de vista que el del presunto perdedor, omitiendo hechos, descalificando con pretendida ironía, tergiversando la historia, clamando una compensación que ya nunca se producirá. Creando opinión con el sesgo del ignorante o del paniaguado para que los espectadores terminen creyendo que, al final, Caperucita se merendó al lobo.
¿A qué viene otra vez tanto revisionismo?, ¿no hemos tenido ya bastante ración de "corrección política? Desconozco si el motivo ha sido el exceso de subvención, la veleidad no disimulada, la emulación técnicamente buena pero sin contenidos -ya tenemos un Tarantino, no necesitamos otro-, una excusa para mantener la industria en pie, o todo junto. Hacía tiempo que el asiento de cine no me echaba de esa manera.
Veo todo tipo de películas y no huyo de las que se hacen en España. He constatado, a lo largo de muchos años, que el cine español es un cine de perdedores, refugiado en la nostalgia, el chascarrillo, la gracia fácil, la picaresca y la burda imitación. Salvo honrosas excepciones, claro está. Luego nos extraña que la gente joven no acuda a verlo.